Desde tiempos ancestrales, el Sol ha sido percibido como una fuente de vida, energía y transformación espiritual. Su influencia trasciende lo físico, abarcando los dominios psicológicos y espirituales de la humanidad. Para muchas culturas, incluido el mundo tolteca, el Sol no solo era el centro del universo visible, sino también un símbolo del despertar interior.
La luz solar tiene un impacto directo en el cuerpo humano, activando procesos biológicos como por ejemplo la producción de vitamina D y la regulación del ritmo circadiano. Sin embargo, su influencia va más allá del plano fisiológico. En términos emocionales, el Sol es un arquetipo que representa claridad, iluminación y trascendencia. Carl Jung describió los arquetipos como patrones colectivos que moldean la psique humana, y el Sol, en este sentido, actúa como un símbolo de la expansión de la conciencia. En culturas como la tolteca, este arquetipo solar se traduce en prácticas rituales diseñadas para sincronizar la mente y el espíritu con sus ciclos, permitiendo al individuo trascender su percepción ordinaria y acceder a niveles superiores de consciencia; la Supra Consciencia Solar.
La supra consciencia, entendida como un estado elevado de percepción que conecta al individuo con una realidad más amplia y sutil, encuentra en el Sol un catalizador fundamental.
La supra consciencia solar no es simplemente una metáfora espiritual, sino una experiencia práctica que puede ser cultivada a través de la alineación con los ritmos solares. Los antiguos toltecas utilizaban la observación de los solsticios y equinoccios para conectarse con el flujo del tiempo cósmico, integrando su propia existencia en el tejido universal. Estas prácticas, que incluyen la meditación, la contemplación y los movimientos rituales, buscan alinear la energía interna del individuo con la energía externa del Sol, creando un puente entre el microcosmos y el macrocosmos.
En el contexto contemporáneo, estas enseñanzas ancestrales encuentran eco en la neurociencia y la psicología transpersonal. Estudios sobre la exposición a la luz solar han demostrado que esta estimula la producción de serotonina, un neurotransmisor asociado con el bienestar y la claridad mental. Asimismo, los estados meditativos inducidos por la contemplación del Sol o la visualización de su energía activan áreas del cerebro relacionadas con la creatividad, la introspección y la percepción expandida. Esto sugiere que el Sol no solo impacta nuestra biología, sino que también tiene el potencial de influir en nuestra percepción y estados de conciencia.
Como ven, el Sol actúa como un activador de la supra consciencia al proporcionar tanto energía física como inspiración simbólica para la transformación interior. Su influencia es un recordatorio constante de nuestra conexión con un universo más amplio y nuestra capacidad inherente de trascender las limitaciones de la percepción ordinaria. A través de prácticas conscientes que integran la energía solar en nuestras vidas, podemos redescubrir nuestro papel como seres integrados a la naturaleza y cultivar una supra consciencia que nos permita vivir con mayor propósito, claridad y armonía.
Claudio Arenas Vergara.
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